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radiografias
Cuando bajé a la cocina había una rosca panque que combinaba sabores de vainilla y chocolate, además tenía adornos de chocolate y azúcar en la parte superior parecía un diamante hecho pan, solo esperaba llegar y retirar las cintas que daban fe y legalidad de que el producto salió de la tienda íntegro sin ninguna abertura, justo lo toque y mi madre salió de las sombras de la cocina con un fotlleto de equipo de rayos x y sus lentes puestos, salió para advertirme que no tocara el postre que era para la reunión anual de radiólogos que se celebraría en su casa.


Era como el diamante en bruto, como todo lo que te prohiben y sabes que si lo tocas y lo llevas ocasionó una gran catástrofe, así me sentía, el panque de dos sabores me hipnotizaba, me decía que lo abriera y lo comiera. A su alrededor no había algo que pudiera probar, algo que calmara mis ansias por comer pan que, nadie en esa cocina aparentaba tener el mismo sabor. MI madre con el catálogo en mano me sacó de la zona de peligro, de la zona de riesgo de cometer un crimen comiendo ese pan que. Lo único que me quedaba era esperar a que los radiólogos dejaran algo, pero lo dudaba de sobremanera ues quien iba a dejar un pedazo de esa delicia, a leguas se notaba su gran sabor. Todos esos doctores de aparatos de rayos x comían bastante, decían que por la radiación, pero más bien era solo el hecho de que querían comer.


Conocía algunos de los doctores que trabajaban en el hospital con mi madre, su jefe era un señor que le decían el oso sin pelo, era calvo y de gran formato, el solo se podría comer el pan que de una sola mordida, como en las caricaturas, ese señor era mi principal enemigo cuando llegara a la reunión, bajé a la cocina y ya no estaba el tesoro en la mesa, seguro mi madre l o había guardado en un lugar seguro, sabía que era un amenaza para su postre y sorpresa para quedar bien, ella estaba en la sala hablando con los del folleto de un equipo de rayos x que tenían en reparación y quería saber el status de entrega, mientras estaba ocupada, salí a buscar el pan que, estaba decidido a abrirlo para degustar.


Lo busqué por todos lados en la cocina y no lo encontraba, estaba en un lugar secreto en la cocina, algún compartimento que no sabía de su existencia, escuche por todos lados, en eso escuche que mi madre dijo algo como para terminar la llamada y que esperaba el lunes el aparatos de rayos x completamente arreglado, salí de la cocina como un ninja, pero me quedé vigilando desde las escaleras, podía ver algunas puertas, seguro cuando entrara a la cocina, sabría donde guardó el diamante de pan. el mesías para nuestro antojo de postre. Pero mi madre era la guardiana y no vi si revisó donde estaba el postre. La reunión terminó y nunca volví a saber de esa joya, sabía que el doctor oso se lo iba a comer todo, no quedaron ni morusas, no quedó rastro de nada. AL día siguiente mi madre fue a comprar uno igual, que vendían en el supermercado de 3 cuardas de mi casa, así toda espera y desesperación culminó.



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